Mireya y sus amigos saludan al Señor Hoy con alegría y se preguntan qué maravillas les deparará. Pero de pronto, el día, radiante y prometedor, se enfurece y hasta llora. Llega la noche y Mireya siente un poquito de miedo. Menos mal que los pensamientos agradables tienen alas y acuden volando.