Durante el reinado del emperador Nerón, el caballero Titio Antistio Céler lega a su hijo la correspondencia que mantuvo a lo largo de los años con su amigo Sexto Terencio Hermetiano. Trabajadores ambos de una compañía naviera, en sus cartas no sólo tratan de los asuntos comerciales propios de su empresa la navegación, los barcos, las mercancías, sino también de la vida de los llamados «caballeros», clase media romana a la que ambos pertenecen y que en el siglo I constituía el alma del Imperio. Con la agilidad característica del estilo epistolar ciceroniano, va dibujándose ante el lector un rico fresco político y social, donde el ambiente y la cultura mediterránea del Imperio adquieren vida propia. Las religiones venidas de Oriente se incorporan a la trama debido a su rápida expansión a través de los puertos comerciales del Mare Nostrum y por la labor de misioneros de éxito, como la de un ciudadano romano de origen judío llamado Pablo.