Los lugares, además de valores de uso, económicos y productivos, tienen valores simbólicos atribuidos a lo largo de un transcurso histórico. La imagen de un lugar o de un territorio no es nunca algo plenamente acabado o definitivo, sino en constante evolución, aunque con fundamentos y referentes que se mantienen y reiteran de unos períodos a otros. Todos estos planteamientos se aplican en este libro para el caso concreto de la ciudad de Santander a lo largo de los siglos XIX y XX.