Hoy, para comprender la realidad y organizar su vida, muchas personas no tienen en cuenta ‒y menos aún consideran‒ que Dios pueda actuar directamente en el mundo. Otros muchos tienen además la impresión de que la fe religiosa es cada vez menos compatible con los conocimientos científicos, de modo que la solución a las propias inquietudes existenciales, a los problemas concretos y a las crisis mundiales solo la esperan de la ciencia y la técnica. La fe cristiana, sin embargo, se funda en la acción de Dios en el mundo y en la historia, tal como asegura la revelación en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ante ambas constataciones resulta obligado reflexionar sobre la relación entre el conocimiento científico y el teológico para responder a la cuestión de cómo se puede creer responsablemente en la acción de Dios en el mundo y en la historia a la vista de los actuales conocimientos cosmológicos, biológico-evolutivos o técnicos. Y a otros interrogantes como: ¿Es posible seguir hablando de milagros? ¿Tiene algún sentido pedir a Dios en la oración que intervenga en el mundo? Un libro, en fin, necesario, estimulante y clarificador en el contexto de la tensa relación entre la fe y las ciencias de la naturaleza.