A lo largo de cuarenta y dos años, Julian Pitt-Rivers y Julio Caro Baroja mantuvieron una estrecha amistad que se inició cuando el primero había emprendido el trabajo de campo en Grazalema (Cádiz) a sugerencia de Evans-Pritchard. Julio Caro, que estaba entonces de viaje por España acompañando a George Foster, comenzó a asesorarle en cuestiones históricas sobre Grazalema, Andalucía y España, mientras Julian Pitt-Rivers le iba poniendo al día de la bibliografía antropológica en el reino Unido y en los Estados Unidos. La correspondencia entre ellos que se inicia en 1949 refleja un intenso intercambio de información bibliográfica, pero también sobre los proyectos de investigación de uno y otro. En sus numerosos encuentros de largas conversaciones se acostumbraron a contrastar opiniones acerca de los acontecimientos que se iban sucediendo en el mundo y sobre las personas a quienes uno y otro trataban, que luego continuaban a través de las cartas. Julian se movía en la esfera internacional y Julio en la nacional, en las que trabaron relación con gran parte de los académicos e investigadores de la época. Julian accedió a puestos docentes en Chicago, Berkeley, Londres y París, pero Julio no consiguió entrar en la universidad española y luego dejó de desearlo. Eso implicó que, como disciplina, la Antropología en España, a diferencia de otras ciencias sociales, no llegara a cobrar relevancia institucional hasta finales de los sesenta. Sin embargo, esta correspondencia es un documento revelador de su vitalidad basada en el trabajo incansable de estas personas y en la solidez de su amistad.