Lo más sorprendente de Enrique el Cojo es su talento para superar las dificultades, lo que le permitió convertirse en maestro del baile flamenco a pesar de su cojera, secuela de una enfermedad infantil. Artista por medio mundo y pícaro, dirigió una academia durante años a la que acudían turistas, personajes relevantes de la sociedad sevillana y profesionales, que ejerció una importante influencia en bailaoras como Manuela Vargas o Cristina Hoyos.