Torrente Ballester refleja en estas páginas, que él consideraba una de sus mejores obras, su personal visión del mito de Don Juan. Andaluz de nacimiento y gallego de adopción, el Don Juan de Torrente se siente antes que nada muy Tenorio, es decir, muy fiel a su familia y tradiciones. Con cuatro siglos a sus espaldas, no está para muchos trotes, pero no puede recurrir al descanso eterno, pues tiene igualmente vedadas la paz celestial y las llamas del infierno. Pese a todo no le faltan energías para introducirse en el cuerpo del narrador y dictarle, en bella y ajustada prosa, su larga vida de lances y amoríos. Condenado a vivir mientras alguien crea en su existencia, habita la delicada frontera que separa la magia del sueño, abocado a una única y constante ocupación: lograr la felicidad efímera pero exultante de las mujeres que se ve, inexorablemente, obligado a seducir.