Quijotizar la sociedad y franciscanizar la cristiandad. La tarea es inmensa, pero posible. Nuestra sociedad está herida por la flecha envenenada de un dios menor: el dinero, ese terrible déspota que ha creado una gran masa indiferente a los problemas sociales y ha anestesiado el espíritu para las cuestiones profundas de la vida. Don Quijote y san Francisco, cada uno a su modo, son personajes egregios que nuestra sociedad necesita recuperar como proyectos de existencia, dado que el hombre moderno se ha hecho excesivamente "realista" y ha relegado la utopía al campo de la brujería o de los sueños. Desde la sana ironía y el buen humor que transmiten los dos personajes inmortales, estas páginas pretenden evitar miedos ante tantas incertidumbres y transmitir un poco de osadía, decisión y esperanza. Solo el espíritu es inmortal.