Lo que sucede al seguir la jornada monástica durante unos días es difícil de explicar. Hay que vivirlo. No obstante, después de repetir varias veces esta experiencia, me propongo abrir una pequeña hendidura en los sólidos muros de la vida cotidiana de un monasterio para que juntos podamos asomarnos a ella. ¡Mirad, asomaos! Para avanzar por el estrecho pasadizo que hemos abierto necesitamos realizar un proceso de «decrecimiento» cuya meta es la simplicidad. Esta transformación se inicia con una gran paradoja, para «quitar» comenzamos «añadiendo»: reflexión, profundidad, estudio… Desde aquí puedo oír vuestras quejas ¿acaso son necesarias más palabras, ideas, para parar? La respuesta la podemos encontrar en el diálogo de un antiguo maestro con su discípulo.