El cementerio de las anclas es una novela que hace posible muchas lecturas. Contiene una serie de historias de vida entrelazadas con magistral sentido del buen gusto, mostrando un fresco inefable y necesario de una España y Andalucía de la posguerra civil, lejos de tópicos. Muchas referencias precisas, trabajadas con primor, pero sobre todo grandes dosis de saber poético, en el sentido de creación de asombro, acercan al lector a figuras de autenticidad inesperada. «Todo había concluido» dice a pocas líneas de comenzar esta prodigiosa historia. Y así termina. El perro que ladra ha dejado atrás cortijos, maquis, señores y señoritos, mujeres con tipos y razas de escalas sociales múltiples, submundos, amores y odios, almadrabas y campos del mar de Cádiz, o barrios de la Barcelona más canalla. Estamos ante un epílogo nunca contado de la Guerra. Desde los bajos fondos hasta las altas cunas, todos los seres humanos que crea Julio Ribas son nuestros contemporáneos o nuestros reflejos. Pero lejos de una novela de tesis o de moderna antropología, estamos sencillamente ante una gran ?novela?: la summa o resumen de una época. Un libro que apasiona y serena, transido de devoción a la palabra y a los lugares y personas que el autor ama y conoce. El texto bien pulido, el argumento apasionante y el sentimiento de la tragedia de estar vivos, se dan cita en esta primera novela de un escritor que empieza a darnos ya la obra en sazón.