En esta obra póstuma, Ortega aborda uno de los temas fundamentales del pensamiento contemporáneo: la naturaleza del hecho social. En un lugar situado entre Weber y Durkheim, Ortega reconoce la fuerza de la sociedad como entidad propia, la importancia de la tradición y su cultura, pero no renuncia a situar al individuo como agente final de cualquier cambio.