El catedrático Justo Serna, lector impenitente y profundo conocedor del periodo histórico que le tocó vivir a Pío Baroja, realiza un breve ensayo con una actitud propiamente barojiana, la de «explicárselo todo», para llegar a la conclusión de que la lectura de sus novelas es una forma indirecta de autoanálisis: «instrumentos para la vida, para averiguar los perfiles de la propia vida».