El mar, medio por naturaleza contrario al hombre, es portador de fantasmas, generador de terrores, fuente de inspiraciones diversas, símbolo del infinito y de la omnipotencia. La lenta evolución del conocimiento no agota jamás la complejidad y la amplitud, sino que produce, por el contrario, un diálogo permanente entre ciencia y creación, ya sea científica, literaria o artística. Este libro rastrea la evolución de las representaciones del mar que se ha hecho el hombre a lo largo de los siglos, a medida que lo ha conocido, lo ha nombrado, ha intenta domeñarlo y controlarlo. Esta terra incognita de la Antigüedad es el reino de Poseidón, poblado de monstruos más o menos benévolos. La Edad Media, con su proliferación de viajes, es la etapa en que se delinean sus primeros contornos y se acumulan datos enciclopédicos sobre su fauna y su flora. En la época moderna, la primera travesía del Atlántico, la circunnavegación de Magallanes y los comienzos de la exploración submarina revelan una realidad mucho más terrorífica que todos los peligros imaginarios. La «conversión de las miradas», en expresión de Alain Corbin, se inicia a finales del siglo XVIII y propicia la fascinación romántica. El mar es todavía fuente de inspiración y la evolución científica revela tesoros cuya riqueza alimenta las obras de Debussy y Berlioz o los inicios del cine. En el siglo XX parece consolidarse el reino del conocimiento: se investigan los fondos marinos hasta sus límites más extremos y se retoman las teorías de Platón a través de la tectónica de placas. El mar se concibe asimismo como una aventura individual que se desarrolla hasta sus últimas fronteras y en la cual los vencedores son como nuevos héroes. No ha perdido su capacidad de asustar: de su frágil equilibrio, amenazado por la contaminación y el calentamiento global, depende la supervivencia del planeta. Pero es el lugar donde radica no sólo una nueva amenaza planetaria, sino también la fascinación permanente que nos suscita el descubrimiento de las grandes profundidades.