Imaginen por un momento ver a un robot santiguándose. Esta imagen, a la vez aterradora y esperanzadora, es la que permite, a Arturo San Agustín adentrase en el umbral de nuestro tiempo, donde la explosión de la inteligencia artificial está a punto de llegar hasta nosotros. Una explosión que sumerge en la incertidumbre a los creyentes y en la duda a aquellos que deben difundir y guiar la fe.