¿Cómo contar pequeñas historias que no son producto de la imaginación y cuyo desenlace inexorable es la muerte, el asesinato en sus mil caras, hambre, frío, patíbulos o cámaras de gas, sin que la cruda realidad te aplaste? La ficción permite un mayor distanciamiento que un mero relato de los hechos: el Yo puede retraerse, mantenerse en segundo plano, ser observador y no una víctima primaria. Fred Wander construye una tipología de caracteres que logra devolver el valor a cada individuo, pese a que en la mayor parte de los casos sus destinos se hayan truncado bajo la crueldad de ®los de bota alta¯. Y en el énfasis de los rostros de las víctimas reside -como destacó con entusiasmo la autora alemana Christa Wolf-, precisamente, la singularidad de esta excepcional obra: ®Arrancar por lo menos a algunos de esa legión de anónimos, convocar algunos nombres, hacer despertar algunas voces, dibujar desde el recuerdo algunas caras¯.