En ocasiones, los centenarios terminan por convertirse, incluso por su propio planteamiento, en una suma de actos y publicaciones más necesarios para la fama de quienes los organizan que para el conocimiento de la obra del homenajeado. Con el de Gerardo Diego, sin embargo, ha sucedido lo contrario. Quienes empujaron a su realización estaban movidos por el deseo de actualizar la obra de un poeta al que los lectores actuales apenas sí se acercaban. Muchos de ellos, incluso los más jóvenes, si hubieran sido preguntados sobre quién era ese poeta, hubieran podido responder que el autor de un bello soneto titulado El ciprés de Silos y de una antología importante para la consolidación de la generación del 27. Los más enterados habrían añadido los títulos de algunos de sus libros. Es triste reconocerlo, pero es evidente que Gerardo Diego ha sido un poeta desplazado en la atención de los profesores de enseñanza media y superior. Se señalaba su importancia, se reconocía su mérito poético, pero se le relegaba en el estudio por la sencilla razón de que, en buena medida, se le desconocía. Se ignoraba la variedad y la amplitud de su obra, así como la importancia de la misma en muchos de los poetas posteriores. Y, sin embargo, es seguro que la obra de Gerardo Diego merece una atención mayor. A esta tarea se suma, modestamente, el presente volumen, que aporta indagaciones críticas en la poética del autor y nuevas sugerencias de lectura para algunos poemas, que precisa la relación de Gerardo Diego con la pintura y los poetas americanos, resalta su incursión en la escena y pone de relieve la importancia del amor, del deseo de plenitud, como fundamento poético que explica la coherencia de una obra en la que lo religioso y lo profano, lo tradicional y vanguardista son los variados reflejos de una vocación poética plenamente lograda.