Sergio Pitol ha construido pacientemente, a través de toda una vida de entrega a la literatura, un "vasto e intrincado universo narrativo". Hoy, en plena madurez del oficio, tiene en su haber una sólida obra con traducciones a muchas lenguas, numerosos lectores en México y fuera de él, y ha cosechado algunos de los más altos reconocimientos por ella. En 2005 le fue otorgado el codiciado Premio Cervantes, el más importante en lengua española. Pero una narrativa de tal relevancia y complejidad tiene necesariamente su raíz en las primeras etapas del artista. Por eso hoy resulta tan interesante Infierno de todos, que contiene varias de sus primeras narraciones. Éstas son, en palabras de Mario Muñoz, la "piedra fundante del sólido edificio de palabras que es El mago de Viena, último tramo del ciclo dedicado a la recuperación de la memoria", y culminación hasta la fecha del universo literario del escritor veracruzano. Infierno de todos contiene nueve de sus primeras narraciones, pero abre con un texto muy posterior, "El sueño de lo real", donde Pitol cuenta cómo a este libro debe "el poder desasirme de un mundo caducado que no me era propio", y las circunstancias y el lugar en que nacieron sus tres primeros cuentos. Los trabajos narrativos de la etapa inicial, afirma también Mario Muñoz, "cumplen con la función catártica de conjurar una realidad crepuscular, opresiva y violenta, donde el "clima de perversidad" es dominante [...] el microcosmos de San Rafael, escenario específico de estos cuentos, y los personajes que le dan patente literaria, son una alegoría del Paraíso convertido en infierno después de la caída del antiguo régimen [...] Rastrear esos orígenes resulta estimulante porque de un extremo a otro del proceso creador hay huellas imborrables del tiempo transcurrido".