Isabel soñó con ser reina de Castilla y León, pero el pueblo prefería a un hombre, valiente y guerrero. Ella, con su cabezonería y sus armas de mujer, peleó como un león y se hizo fuerte como un castillo. Así, logró casarse con el hombre que amaba y ser proclamada reina. Aunque no pudo comer perdices, pues tenía que luchar contra los que querían robarle el trono, combatir a los árabes de Granada, ayudar a Colón a descubrir América y ¡casar a cinco hijos!