"Ha quedado en el recuerdo de todos, la imagen del rostro sonriente del papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar al mundo entero. Ciertamente la ráfaga de novedad que aportó no se refería a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era nuevo su modo de hablar y actuar y la simpatía con que se acercaba a todos", dijo de él Juan Pablo II, quien le beatificó. La Iglesia, ahora, reconoce la santidad de ambos Papas y los inscribe en el Canon de los santos.