En términos políticos, los movimientos sindicales en sistemas autoritarios desempeñan un papel decisivo en la movilización política y en la eventual transición a la democracia, aunque se ven obstaculizados tanto por los costes adicionales como por las limitadas oportunidades políticas y las redes sociales existentes. La diferencia entre un movimiento sindical triunfante y otro fallido en un marco político autoritario se encuentra en el grado de aprovechamiento del sistema de negociación colectiva y en la naturaleza de sus relaciones con potenciales aliados influyentes.