El Padre Brown -el famoso cura-detective creado por Chesterton e inspirado por el Padre O'Connor, sacerdote al que el autor conoció en 1909 y con el que mantuvo la amistad más cercana y fecunda de toda su vida- es un sacerdote católico que se adentra en los terrenos del crimen con la misma serenidad y santa simplicidad que en el confesionario; es un hombre menudo, escasamente convencional y casi insignificante, pero tiene unos condenados ojos que todo lo ven y penetran; encarna la racionalidad; muestra su amor casi instintivo por los misterios de Dios y una profunda sabiduría del corazón -que conoce tanto las cimas del bien como los abismos del mal-, sin dejar de mostrarse nunca profundamente humano y misericordioso con los criminales convictos y confesos; en él la fe se hace amistad y/o misericordia. Al hilo de las más complicadas tramas policíacas, Chesterton desgrana sus ideas sobre el alma humana, la política y la sociedad de la época, la pobreza y la riqueza, la religión y el ateísmo, la fe y la razón, las confesiones cristianas, y en particular el catolicismo, sin ocultar en ningún momento las razones que le llevaron a adherirse vivamente a este último.