Vigáta, Sicilia. Carmelina ?una cabra- fue la novia del hijo cretino del marqués Filippo, y también la afligida viuda porque el bobo apareció muerto un buen día tras un malogrado encuentro con una seta venenosa. Los planes de herencia del marqués se vinieron, pues, abajo de sopetón. Había invertido mucho tiempo y ganas en hacer al primero y, aunque le salió idiota, era un varón y con eso bastaba. Su esposa podía dar fe de ello, los lúbricos y continuados embates del noble señor le dejaron huella en cuerpo y alma. Desde el día de tan terrible pérdida, la pobre mujer se trastornó, aunque nunca se supo si por la muerte del hijo o por la perspectiva de soportar estoicamente los nuevos y desmesurados ardores de Filippo. Así las cosas, el marqués buscó a otra mujer que recibiera su semilla. Lo que sucedió a partir de entonces entre el noble y Trisína ? esposa de uno de los guardias de la casa llamado Pirrotta- sólo lo supieron Dios, el complaciente Pirrotta y toda Vigáta. Poco después, empezó a morirse la gente: algunos, incluso, de muerte natural.