La civilización occidental nació del encuentro y oposición entre Oriente y las tradiciones de dos pueblos arcaicos: Grecia e Israel. Los griegos se opusieron a Oriente en pensamientos y actos, pero siempre desde la distancia. En el caso de Israel, dada su situación geográfica en el corazón mismo de Oriente, el virulento rechazo de la influencia circundante se manifestó a través de la única vía posible: la de lo trascendente.