Este libro registra el amor de los choferes puesto en los pequeños detalles ornamentales según una tradición cuyo recorrido comienza con las líneas graficas, el filete porteño, volantes nacarados, incrustaciones, luces, y puede terminar con zapatitos, escarpines, estrellas en techos capitoné y cortinas matelasé. El colectivo porteño conserva (aunque enroscadas) las afirmaciones simbólicas del espíritu nacional (incluyendo la fantasía de un escudo argen-yang). El dandy, el noble, la noche y la buena bebida, encuentran también en este espacio su representación formal. La historia del colectivo puede leerse aquí en secciones tan desopilantes como “confort y discapacidad”, “el discurso de la doble animalidad” o” Xuxa y peluche”.