En «Los muertos», Hidalgo inquiere el sentido de la vida preguntando por el de la muerte, y en búsqueda de posibles respuestas, apela directamente a Dios y a todos los que un día en este mundo fueron. Para subrayar la única forma existente de diálogo, el poeta vuelve todos sus sentidos y entendimiento hacia ese espacio interior donde, con el transcurrir del tiempo, va afianzándose el particular final de cada uno de nosotros.