¿Cómo pudo la sociedad argentina vivir en compañía del miedo como si fuera algo normal? Durante la terrorífica década de los setenta, Andrew Graham-Yooll trabajó como redactor en el Buenos Aires Herald. A su alrededor, amigos y conocidos iban “desapareciendo”, secuestrados o asesinados por guerrilleros o bandas paramilitares. Aunque el menor traspié podía resultar en su propia muerte, Graham-Yooll continuó recabando información sobre esa carnicería y las actividades de terroristas, rebeldes y estatales; asistió a ruedas de prensa clandestinas; ayudó a padres, esposas y hermanos a seguir el rastro de sus familiares desaparecidos; e incluso tomó el té con un torturador que no se avergonzó de sus escalofriantes confesiones. Años después recogería sus recuerdos de esa época y les daría forma de libro. “Memoria del miedo tiene su historia, como cualquier libro –escribe su autor–. Cuando estaba exiliado en Londres, un amigo me animó a publicar algo en su revista para que dejara de relatarle en el pub las historias de crueldad cuya memoria me abrumaba día y noche. Con este libro sólo pretendía mantener viva la memoria del miedo; mantenerla para no repetirla.”