Seguir pensando en la publicidad sólo en términos económicos o marketinianos, lleva indefectiblemente a no poder explicar más que una mínima parte de lo que constituye la publicidad, en realidad lo más obvio y lo más peregrino. Definir la publicidad como un instrumento de venta es retrotraerla a épocas pretéritas, a la era de Albert Lasker, pero incluso identificarla con una forma de comunicación persuasiva es simplificar la complejidad de su trama operativa. La publicidad sigue evolucionando y ya no sólo nos comunica emociones sino que busca la empatía compartida con el producto, o con la marca, estableciendo una relación y compartiendo experiencias. En definitiva, con Nuevas tendencias de la publicidad en el siglo XXI, sus autores han querido dejar constancia de la evolución que ha experimentado la publicidad: todo cambia, cambian las formas, los medios, los contenidos, los públicos... pero siempre seguirán triunfando las ideas.