En todos sus escritos, al irradiar la luz de la verdad, San Agustín disipa las tinieblas del error y de la herejía; pero hay algunas obras suyas, como las que se recogen en este volumen XXXVIII, donde resplandece soberanamente el ingenio para desbaratar el error, y a la vez campea el vuelo majestuoso del pensamiento que, apoyado en la revelación, asciende raudo como el águila por los cielos empíreos hacia la luz. Y es que desde el principio de su tarea de polemista se propuso como lema: «Rogar a Dios para que me dé una mente comprensiva y serena, más celosa de la conversión que del menosprecio. Porque, aunque el Señor destruya los miasmas del error mediante sus siervos, manda a la vez que a los mismos hombres, en cuanto son hombres, se les procure sanar, y no dejarlos que se pierdan». Como indicador elocuente de estas preocupaciones, la BAC abre el presente volumen XXXVIII con el libro Las herejías. A continuación, confunde al arrianismo, esa herejía polifacética que, como hidra fiera de cien cabezas, extendió sus tentáculos en el siglo IV por el mundo entero, y es desbaratado en sendas obras, que por su hondura y claridad el papa San Agatón recomendó en el Concilio Ecuménico VI, proclamando a San Agustín «Doctor eminentísimo». Hasta un anónimo le dio materia suficiente para escribir dos libros en defensa de la Ley y los Profetas, obra que el senador romano Casiodoro estimaba sobre manera por la solución dada a problemas intrincados que se relacionan con la fe y la ciencia. Finalmente, «el misterio judío» enardece su celo pastoral respetando siempre el de la libertad humana.ÍndiceCONTIENE: Las herejías; Sermón de los arrianos; Debate con Maximino, obispo arriano; A Orosio, contra los priscilianistas y origenistas; Réplica al adversario de la Ley y los Profetas; Tratado contra los judíos.