Como obra de elocuencia cristiana, las “Homilías sobre el Evangelio de San Mateo” son un monumento único y ejemplar en el que la voz de San Juan Crisóstomo tiene la resonancia eterna del evangelio que comenta. De ellas, cualquier alabanza resulta corta. Santo Tomás de Aquino las estimaba más que ser dueño de la ciudad de París; el célebre maurino Bernardo de Monfauçon se refería a ellas como la obra de más rico contenido moral de todo el orbe cristiano, y un patrólogo tan eminente como Altaner rinde homenaje a la exactitud exegética que en ellas campea, superior a la del mismo San Agustín.