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LA FUGA DE LOS PLOMOS (CASANOVA, GIACOMO)
Hombre culto y gentil, amante libre, desprejuiciado y atento, GIACOMO CASANOVA (1725-1798) es una de las figuras más notables del siglo xviii, del cual dejó un magnífico retrato en sus extensas memorias, tituladas Histoire de ma vie. Extraído de este conjunto mayor ­«canto a la libertad del individuo y ruptura con las convenciones y los prejuicios morales e ideológicos de su tiempo», tal como las define Ángel Crespo, traductor del volumen, en su introducción­, LA FUGA DE LOS PLOMOS recoge el relato que hiciera el aventurero veneciano de su estancia durante más de un año y final huida de la tenebrosa cárcel de la República de Venecia conocida por este nombre. Más allá de la anécdota y del dramatismo de la peripecia, que las aproximan a la mejor ficción, estas páginas llaman hoy nuestra atención tanto por su testimonio del temple y la personalidad de su protagonista, como por la insuperable estampa de primera mano que ofrecen del mundo no tan luminoso del «siglo de las luces» y algunos de los personajes cotidianos que lo habitaron.

LANA CAPRINA . EPÍSTOLA DE UN LICÁNTROPO (CASANOVA, GIACOMO)
Publicado en 1772 Lana Caprina fue el primer éxito editorial de Giacomo Casanova, hasta el punto de que la tirada de 500 ejemplares, editados por su protector veneciano, Marco Dandolo, se agotó en quince días. Fue el primer éxito literario de su autor. Escrito en formato de epístola, la obra aborda el tema que probablemente mejor conocía: las mujeres. Inspirándose para el título en la epístola de Horacio: “Alter rixatursaepe caprina” (“Siempre hay quien discute a propósito de la lana caprina), es decir, por tonterías, se trata de una sólida y satírica, pero también divertida, diatriba contra los doctores en Anatomía. Parodiando el modelo de debate erudito que se estilaba en el mundo científico, Casanova se burla de los prejuicios vigentes en su época acerca de la carencia de raciocinio que los médicos atribuían a las mujeres. El escritor veneciano redactó la carta después de una visita a la librería de Taruffi, en Bolonia, donde un monje bizco le habló de los dos libros que se habían escrito sobre la mujer y su útero. En el primero, titulado El útero pensante, cuyo autor era un profesor de Anatomía de la Universidad de Bolonia, se argumentaba que el útero era el órgano que gobernaba sobre la mujer, el que pensaba y la obligaba a actuar. En respuesta a este libro, otro doctor en Anatomía publicó el libro Fuerza vital, en el que se reconocía que el útero era “un animal”, pero sin ningún poder sobre la razón de la mujer, porque no existía canal de comunicación entre el útero y la razón. Ante semejante discusión, que se hizo célebre en la época, Casanova escribió este ensayo para reírse de los dos doctores y de la polémica que se había montado en torno a una nadería: la lana caprina.

CARTAS A UN MAYORDOMO SEGUIDAS DE EL POLEMOSCOPIO (CASANOVA, GIACOMO)
Los últimos años de Casanova en el castillo de Dux van a resultarle insoportables debido a sus continuas disputas con la servidumbre, en especial con el mayordomo Feltkirchner (Faulkircher) a quien ridiculizará en este libelo Lettres au sieur Faulkircher par son meilleur ami Jacques Casanova de Seingalt. Le polémoscope, ou, La calomnie démasquée par la présence d'esprit fue escrita en 1791, y representada durante ese verano en el teatro de aficionados que la condesa de Clary tenía en su castillo de Toeplitz, propiedad de su esposo, señor de esa villa cercana a Dux, lugar donde la condesa había recibido al veneciano durante las visitas que realizaba a su propiedad para reunirse con su amigo el príncipe de Ligne, padre de la condesa y gran admirador del aventurero. La versión que aquí recogemos es la más elaborada de las tres que escribió Casanova. Ignorando su condición como empleado del conde de Waldstein, Casanova se empeñó en que la servidumbre le tratara como al personaje, sin duda, excepcional que era, pero los zafios sirvientes del conde lo vieron como un peligroso rival, en especial el mayordomo del castillo, Feltkirchner, intrigante a la par que irritante personaje que hacía y deshacía a su antojo durante las numerosas ausencias de su señor, en especial, cuando el conde, a instancias de su hermana Maria Anna, se ausentó durante nueve meses para participar en un intento de rescate de Luis XVI y su familia que fracasó, logrando escapar milagrosamente a Inglaterra para regresar desde allí a sus dominios bohemios. Durante esas ausencias Feltkirchner, que había cobrado a Casanova un odio visceral, no desperdició la ocasión para vejarlo y ridiculizarlo, mientras el veneciano, sin poder recurrir a la autoridad de su señor, tuvo que soportar ese cúmulo de humillaciones que reclamaban su venganza. Cartas a un mayordomo no es más que esa postrer venganza que minuciosa y un tanto reiterativamente perpetra Casanova contra el perverso Feltkirchner, mediante la única espada que a su avanzada edad podría sostener en su mano, la de su afilada pluma.