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LA SIESTA ASESINADA (DELERM, PHILIPPE)
¡Otra vez entre nosotros Philippe Delerm, que nos deleitó con El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida (Los 5 Sentidos 28 y Fábula 160)! Nadie como él ha sabido captar los detalles en los que, en medio del bullicio y del estrés, apenas reparamos y que de pronto otorgan sentido a nuestra vida. Celebración del instante, La siesta asesinada, ya en los primeros puestos de la lista de libros más vendidos en Francia, da un paso más allá y nos sitúa de lleno en las vicisitudes de la vida cotidiana. Fernando Savater escribió que a El primer trago de cerveza habría que añadir nuestros pequeños temores y sufrimientos, y así, «juntando ambos, el lector se haría con nuestra exhaustiva semblanza en cuerpo y alma». Pues bien, Delerm lo ha logrado: en La siesta asesinada completa y redondea la lista de nuestros pequeños placeres con la de los pequeños altibajos de la vida diaria. Cuando ya nos disponíamos, en medio del calor de agosto, a echarnos esa reparadora siesta ?no queda nadie en casa y reina un silencio sepulcral?, de pronto llegan, con un poco de adelanto, los invitados que esperábamos; ya se ha perpetrado el crimen: ¡adiós siesta! Ésta y otras situaciones similares son las que Delerm nos ofrece con las dotes narrativas y de observación que lo han hecho célebre. Después de leer La siesta asesinada, todas estas vivencias jamás volverán a ser las mismas.

EL PÓRTICO (DELERM, PHILIPPE)
En 1998, cuando publicamos El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida (Los 5 Sentidos 28), ya sabíamos que Philippe Delerm es uno de esos autores que crean adicción; al leer sus libros, el lector se contagia de esa capacidad para disfrutar de la vida y saborear los momentos, en apariencia insignificantes, que condimentan la rutina diaria. En El pórtico, Delerm nos presenta a Sébastien Sénécal, un dedicado profesor de letras de secundaria que, a pesar de que la vida le sonríe ?sus hijos, Julien y Marine, ya se han emancipado; quiere a su mujer, Camille, profesora de música que disfruta tocando la viola de gamba en un conjunto de música barroca; él mismo ha pedido horario reducido en el trabajo, lo que le permite cultivar sus pequeños placeres?, atraviesa una crisis. Aquejado por molestias físicas, Sébastien pierde la ilusión por su labor docente y es presa de una apatía que le atormenta. ¿Por qué la simple presencia de un inspector en una de sus clases de literatura o la construcción de un «pórtico» en el jardín de su casa darán un giro decisivo a su vida?

LLOVIÓ TODO EL DOMINGO (DELERM, PHILIPPE)
Arnold Spitzweg, alsaciano de origen y parisiense de adopción, es un sencillo empleado de Correos que, con el tiempo, ha aprendido a rellenar su soledad con el sabor de pequeños placeres que nos dan tregua en las inclemencias de la vida y logran hacernos, fugaz pero incuestionablemente, felices. A Spitzweg le gustan los comienzos de las novelas de Simenon, los aromas y sabores de las brasseries, pasear a ciertas horas por París y viajar a las playas de Ostende, aunque sólo sea por el placer de regresar. También mantiene un discreto idilio con una compañera de trabajo, pero trata de guardar las distancias con la pasión, porque conoce las virtudes de la templanza. Por eso lleva una existencia deliberadamente contenida en los márgenes de lo anodino. Aun así su melancólico hedonismo nos induce a plantearnos, en la vorágine diaria, el sentido real de cada uno de nuestros esfuerzos cotidianos.

LA QUINTA ESTACIÓN (DELERM, PHILIPPE)
Sin duda los ya asiduos lectores que descubrieron a Philippe Delerm con El primer trago de cerveza (Los 5 Sentidos 28 y Fábula 160) recibirán con regocijo La quinta estación, y no nos extrañaría nada que quienes todavía no se han acercado a su obra se dejaran conquistar ahora por esta novela, que supuso su debut literario en 1983. En ella aparece ya en toda su plenitud esa bienhechora exaltación ante las sensaciones fugaces y los mínimos acontecimientos ?que no obstante pueden cambiar una vida? característica del resto de su obra. La quinta estación es el diario íntimo de alguien que aprende a paliar su dolor y a cicatrizar su herida después de la pérdida de la persona amada. A lo largo de sus páginas y del transcurrir de los días, se desgranan no sólo los recuerdos de un pasado compartido sino también las vivencias de un presente en el que la ausenciaes plena presencia. Pero el pudor contenido del narrador le impide caer en la autocompasión o reclamársela al lector. Al contrario, aquí las palabras se alzan como el bastión frente al olvido, como la única resistencia que puede oponerse a la muerte. En La quinta estación todo se convierte en un pretexto para exorcizar el dolor, para apelar a la memoria a fin de celebrar los efímeros instantes de felicidad que, entrelazados, señalan la diferencia entre el vacío y la plenitud. El lector siente la ausencia del ser amado y su presencia inaccesible, mientras acepta la invitación de Delerm para tomarle el pulso a la felicidad y saborearla en el instante en que se produce. class=Section2>

XUT A PORTA (DELERM, PHILIPPE)
L'Stéphane i en romain són dos amics inseparables, tant a classe com al camp de futbol. Així, quan en Romain accepta d'anar-se'n a un centre de formació d'un gran club esportiu, l'Stéphane se sent una mica sol. Aleshores arriba al poble l'Artun, un noi turc que fa meravelles sobre la gespa i l'Stéphane de seguida s'hi avé. Però no tothom, ni a l'equip, ni a la classe, ni al poble, accepta tan de bon grat l'arribada d'estrangers i comencen els incidents. La tràgica mort, per accident, del pare de l'Artun, farà canviar d'actitud molta gent. .

LAS TURBIAS AGUAS DEL MOJITO . Y OTRAS BUENAS RAZONES PARA VIVIR EN LA TIERRA (DELERM, PHILIPPE)
'Las turbias aguas del mojito' condensa en cuarenta y dos breves relatos el placer que nos ofrecen los instantes más comunes de la vida. Nos descubre el valor de las pequeñas cosas y el universo secreto que hay en lo cotidiano. Saborear los placeres ambiguos del mojito, disfrutar de un inesperado chaparrón veraniego, contemplar a un niño que aprende a leer moviendo imperceptiblemente los labios, prolongar un atardecer en la playa… Son relatos luminosos en los que Philippe Delerm encuentra la forma precisa de ver y hacernos disfrutar de aquello a lo que a menudo no prestamos atención. «Balancean la cabeza con un gesto de autosatisfacción voluptuosamente femenino. Sus melenas vuelan hacia atrás, obedientes. Entonces separan los codos y, en cuestión de segundos, ya se han hecho la coleta. (…) Parece como si realizasen esta operación en la más estricta intimidad, sin reparar en que están siendo observadas; pero, en el fondo, no estamos tan seguros. ¡Es tan favorecedor, tan perfecto, ese minúsculo escenario…! Los codos separados transmiten al mismo tiempo una sensación de distante hieratismo y de provocación conscientemente dosificada (…) Casualmente, sin embargo, las hemos sorprendido en plena tarea. El equívoco es delicioso. ¿Saben que son observadas, o solo que podrían serlo? Ahí reside todo el misterio. La segunda opción es más probable, y es también lo que más deseamos».

EL PRIMER TRAGO DE CERVEZA Y OTROS PEQUEÑOS PLACERES DE LA VIDA (DELERM, PHILIPPE)
Nada hacía pensar que El primer trago de cerveza, un libro considerado en principio «minoritario», destinado a críticos exigentes y a un público selecto, que salió a la calle humildemente en la primavera de 1997, sin estudios de mercado ni publicidad, pudiera convertirse en todo un acontecimiento literario en Francia a las pocas semanas de ser publicado y que permanecería por más de un año entre los tres primeros libros más vendidos. De la noche a la mañana, toda Francia pasó a disfrutar de los pequeños placeres y a compartir con Philippe Delerm su especial concepción de la vida. El primer trago de cerveza es la narración breve, exquisita, de esas situaciones, comunes a todos, que, en los tiempos ajetreados en que vivimos, se deslizan sin que les prestemos atención y que, en cambio, encierran el germen del buen vivir. A Philippe Delerm, al parecer, no se le escapa una sola oportunidad de aprovechar esos momentos, y al hacerlo, incita al lector a reconocer en sí mismo cuáles son sus propios instantes de gozo. Si, por ejemplo, en una luminosa y fría mañana de invierno, a alguien le llena de placer salir a comprar croissants recién hechos, es muy probable que otros descubran que, en cambio, con lo que más disfrutan es con «el indecente placer de saborear un banana-split».