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EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Para Jorge Luis Borges, que no dejó nunca de leerlo y admirarlo, Chesterton fue un incomparable inventor de cuentos fantásticos: «Pienso que Chesterton es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo y ello no sólo por su venturosa invención, por su imaginación visual y por la felicidad pueril o divina que traslucen todas sus páginas, sino por sus virtudes retóricas, por sus puros méritos de destreza.» Fiel exponente de estas aseveraciones es el ciclo de relatos agrupados bajo el título de El hombre que sabía demasiado, una de las obras predilectas de Borges, en la que el escritor británico nos presenta a Horne Fisher, un peculiar funcionario del Imperio que va tropezando a lo largo de su carrera con una serie de misteriosos asesinatos cuya solución se encuentra más allá de las apariencias. Como en la mayoría de los thrillers de Chesterton, cada relato encierra una ingeniosa paradoja sobre la condición de la sociedad o sobre la naturaleza humana. Como decía Borges, «hubiera podido ser un Edgar Allan Poe o un Kafka: prefirió -debemos agradecérselo- ser Chesterton.»

LO QUE VI EN AMÉRICA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
EN algún lugar cuenta Chesterton la historia de aquel hombre que salió de viaje y fue tan lejos, tan lejos, que llegó a su propia casa. Si el principal motivo para viajar es la curiosidad no hay más remedio que conceder que Chesterton debió de ser un gran viajero pues fue siempre un gran curioso. Claro que a alguien de su inmensa capacidad, para conocer en toda su profundidad el mundo le bastaba acaso, como a Javier de Maistre, con hacer un viaje alrededor de su cuarto. Chesterton no fue nunca un buen turista pero sí un excelente viajero, al menos en el sentido de que nunca pudo quedarse quieto. Lo que vi en América, originariamente publicado en 1922 y ahora por primera vez traducido al castellano, es un apasionante relato de sus visiones y reflexiones de los Estados Unidos, tanto por lo que nos cuenta el autor sobre ese país, como por lo que nos cuenta de sí mismo. Desde los primeros párrafos del libro asistimos ya, asombro y maravilla, a la interminable y deslumbrante catarata de sus juegos de ingenio: «El viaje debiera combinar la diversión y la instrucción, pero lo cierto es que la mayoría de los viajeros se divierten tanto que se niegan a instruirse.» «Muchos internacionalistas modernos hablan de los hombres de distintas nacionalidades como si no tuvieran más que reunirse y mezclarse entre sí para comprenderse mutuamente. Pero en realidad ese es el momento del peligro supremo: el momento en que se reúnen. Ya podemos empezar a temblar como ante aquel viejo eufemismo que llamaba encuentros a los duelos.» Leer a Chesterton tiene mucho que ver con ser un niño y asistir una noche estrellada de verano a un espectáculo de fuegos artificiales. Cada una de sus frases y, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas, encierra la misma fogosidad y deslumbramiento que las bengalas que ascienden hacia lo alto y estallan con estruendo en luces de mil colores. Y si son artificiales, lo son sólo en el sentido de ser verdadero arte, es decir vida, nunca en el desmayado sentido de ser meramente artificiosas. A. L.

ROBERT BROWNING . BIOGRAFÌA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
CHESTERTON es conocido, sobre todo, entre el gran público, por sus relatos policiales del padre Brown y por su novela El hombre que fue Jueves, pero empezó siendo (y aún podemos seguir considerándolo así) un gran periodista, nunca del todo meramente periodístico, y un estupendo biógrafo, nada convencional ni académico. Su biografía de Robert Browning (1903) fue su primer libro importante y el que le «situó» como escritor en la sociedad literaria de su tiempo. En este volumen se retrata no sólo la vida de un poeta sino toda una época, la de la Inglaterra victoriana. Y no sólo la vida de un poeta sino «la vida», aún más extraña y casi incomprensible, de la poesía que este poeta escribió. Para Chesterton, Browning es el primer poeta moderno de la moderna literatura porque inventó todo un género, «el monólogo dramático» en el que el poeta ya no habla por boca de sus personajes sino que deja hablar a los propios personajes por sí mismos. En esos poemas, el poeta no defiende ni condena como un pequeño dios, a nada o a nadie; son sus personajes los que, al declarar su verdad o su mentira, obligan a que en realidad sea el lector quien tenga que tomar postura, quien complete y dé un sentido total al poema. Robert Browning es una de las mejores biografías que se han escrito nunca, aunque (y precisamente porque) no es sólo una biografía al uso, en el sentido de ser un simple relato de hechos más o menos históricos; el Chesterton más Chesterton, el más endiabladamente paradójico y polémico y el más angelicalmente asombrado y generoso está ya plenamente en ella para mayor gozo de sus lectores. A. L.

GEORGE BERNARD SHAW . BIOGRAFÍA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
G. K. Chesterton y Bernard Shaw fueron grandes amigos pero se pasaron buena parte de sus vidas discutiendo y polemizando sobre casi todo. Para Chesterton, la filosofía y la política de Shaw, así como su teatro, eran un perfecto ejemplo de las ideas dominantes en su tiempo, el emergente siglo XX, con las que estaba en franco desacuerdo. Esta biografía, en la que Chesterton se muestra más brillante y paradójico que nunca, es por tanto un ajustado y muy personal retrato del autor irlandés y de su obra dramática, a la vez que una obra de combate, en la línea de Herejes, libro en el que, por cierto, también se le dedicaba un capítulo a Shaw. Recientemente esta misma editorial ha publicado, en la colección El Clavo Ardiendo, ¿Estamos de acuerdo?, un vibrante debate entre Chesterton y Shaw con Hillary Belloc como moderador, celebrado en 1928. A. L.

THE CHESTERTON REVIEW (VV.AA.)
The Chesterton Review es la publicación del Instituto G. K. Chesterton para la Fe & Cultura, que pertenece a la Seton Hall University de New Jersey. La revista fue fundada en el año 1974 por el Padre Ian Boyd, C.S.B., para promover el interés por la vida y el conjunto de la obra de G. K. Chesterton y por otros escritores contemporáneos a Chesterton o que fueron influenciados por él. A lo largo de estos años se han publicado varias ediciones especiales de la revista dedicadas a autores como C. S. Lewis, George Bernanos, Hilarie Belloc, Maurice Baring, Christopher Dawson o J.R.R. Tolkien, así como números monográficos dedicados a la Crisis Modernista, la Literatura de Fantasía o Polonia. A medida que el interés por la obra de Chesterton ha ido creciendo mundialmente, pero especialmente en los países de habla hispana, se ha ido ampliando la labor y el horizonte del Instituto. A partir del año 2007 se publica una edición anual de la revista en español, portugués, francés e italiano.

CHARLES DICKENS (CHESTERTON, G.K.)
Érase una vez un hombre prolífico como pocos con la pluma, moralista, cultivador del nonsense, mordaz, paradójico, radical, juguetón, polemista infatigable, ferviente defensor de la familia, la iglesia y el pub y enemigo acérrimo de burócratas, hombres de negocios, políticos y filántropos, que fuera denostado por algunos (en términos poco literarios) y por muchos ensalzado (sobre todo en términos literarios). Aquel hombre constituía además una curiosidad por su portentosa corpulencia y por su conversión al catolicismo en un país, Inglaterra, donde hacerse de ese credo puede parecer, más en alguien como él, casi una provocación. Se llamaba Gilbert Keith Chesterton, G. K. C. para los amigos: toda una fábula. G. K. Chesterton (Londres 1874 - Beaconsfield 1936) fue un virtuoso del estilo que, con mayor o menor fortuna, tocó casi todos los géneros literarios, creando un universo que sorprende ante todo por su inmensidad: más de cien títulos, entre obras y recopilaciones de escritos dispersos.

CUENTOS DEL ARCO LARGO (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) confesaba en su Autobiography (1936) que Cuentos del Arco Largo (1925) era uno de los libros que más le había divertido escribir. Se trata de una auténtica novela hecha con historias que se entrelazan, crónicas hilarantes en las que unos excéntricos que se autodenominan locos, integrantes de la Liga del Arco Largo, algo así como una asociación de fanfarrones, se empeñan en convertir en juego de niños las metas más imposibles, los retos más peligrosos. Este club de chiflados acaba por liderar una empresa revolucionaria cuyo objeto es denunciar el sinsentido propio de la política y las convenciones sociales. A través de las divertidas crónicas de esta bufa y «grandiosa epopeya agraria» Chesterton ironiza sobre el «distribucionismo», política de redistribución de tierras que defendió fervientemente en su juventud, cuyo conocido lema exigía la concesión de «tres acres de tierra y una vaca» para cada campesino inglés. Algunos fragmentos de esta novela, como el discurso del capitán Pierce en defensa de los cerdos, en el que llega a afirmar que la pocilga es «el edificio medieval más digno de la vieja Inglaterra» y a sugerir que «los huevos y el jamón deberían figurar en el escudo de armas de la Casa Real»; o como «El impresentable aspecto del coronel Crane» (una de las historias de amor más delirantemente hermosas que se hayan escrito), quedarán sin duda durante mucho tiempo en la memoria del lector.