España ha sido una gran nación. La más antigua del mundo. Con más de mil quinientos años de unidad política. Con más de quinientos desde la unidad de los reinos, buscada con especial ahínco por el de Aragón. España es una nación. Esto no es discutible, como se ha llegado a decir –y da hasta vergüenza recordarlo- desde la presidencia del Gobierno y también desde la del Tribunal Constitucional. España es el punto de partida y la base firme para el futuro, un ámbito de libertad personal, un Estado de Derecho. España y libertad hoy, aquí y ahora, son sinónimos. España es el concepto y la realidad que diferencia la civilización de la barbarie, la democracia del totalitarismo de delirantes ensoñaciones y falacias identitarias.