Carlos Pellicer es el poeta latinoamericano que ha llevado el poema a sus más profundas consecuencias. Se incluyen tres prólogos: José Alvarado se ocupa de la vivencia humana del poeta que va creando los nombres de las cosas; Gabriel Zaid destaca la clasificación de una obra que es como ponerle casa a la alegría; y, finalmente, Guillermo Fernández ordena los poemas líricos, heroicos, en el paisaje y religiosos.