"Los científicos y tecnólogos —escribe Bunge— tienden a tratar la pseudociencia y la pseudotecnología como basura inofensiva, o incluso como productos adecuados para el consumo de masas: están demasiado ocupados con su propio trabajo para que les preocupe la superchería. Esta actitud es lamentable por varios motivos. En primer lugar, la pseudociencia y la pseudotecnología no son basuras reciclables, sino virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera, lego o especialista, hasta el punto de enfermar toda una cultura y predisponerla contra la ciencia y la tecnología. En segundo lugar, la emergencia y difusión de la pseudociencia y de la pseudotecnología son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser estudiados de cerca, y quizá de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura".