Desde la segunda mitad del siglo XIX, la literatura española se incorpora al florecimiento narrativo que se venía dando en Europa desde 1830. La novela, realista primero y naturalista después, es el mejor medio literario para expresar los intereses de la burguesía, clase que vertebra la sociedad en ese momento. A partir de 1868, la prosa novelesca española alcanza cotas de calidad rara vez superadas en su conjunto gracias a Alarcón, Pereda, Valera, Pardo Bazán, Galdós o Clarín. Las estructuras novelescas, las técnicas narrativas, los usos literarios del lenguaje asisten a una total renovación, base para la novela posterior.