Corría el mes de abril de 1597, y José de Calasanz sentía una gran alegría cuando miraba a esos niños que cada día saltaban de alegría al verle llegar, con su sotana y su sombrero, por las calles del barrio Trastévere en Roma. Año en el que cambió su vida y sus decisiones cambiaron la vida de muchos niños hasta el día de hoy.