En todo cuanto tiene que ver con " El Egoísta " perderíamos el hilo de la narración si no recordáramos que se trata de una comedia, no de una tragedia, y que es precisamente el espíritu cómico lo que permite a George Meredith reproducir, sin el riesgo inherente a una exposición histórica que pretende ser fiel a los hechos, «las estructuras elementales del parentesco» de las que depende toda la trama de la novela. Que el espíritu cómico, sin embargo, representara solo a medias las intenciones del autor, como Meredith le había confesado a Stevenson al terminar de escribir la novela, sugiere que la otra mitad suponía, al menos, una amenaza latente en la narración. " Que las mujeres nos digan, escribe Meredith, cuál es su lado en la batalla. Nosotros no somos tanto la prueba del Egoísta en ellas como ellas lo son para nosotros. Movimientos similares de damas coronadas y sin diadema de intrépida independencia sugieren su capacidad circunstancial para ser como los hombres cuando se les da la oportunidad de cazar. En la actualidad huyen y esa es la diferencia. Nuestra manera de cazar las informa de la criatura que somos " .
las primeras palabras de este ensayo podrían referirse a su propio destino: las buenas comedias son raras, el poeta cómico no aparece con frecuencia y, cuando lo hace, carece de semejantes, porque se requiere una sociedad de hombres y mujeres cultivados,
Tras perder a su mujer, Sir Austin Feverel se queda a cargo de su hijo, Richard. Para evitar que cometa los mismos errores que sus padres, Sir Austin diseña un sistema educativo con el cual está seguro de que Richard se convertirá en el héroe de su época, un hombre de estado. La base de este sistema consiste en que Richard no tendrá contacto con el sexo femenino hasta que cumpla veintiún años. En consecuencia, Richard vive aislado en la abadía de Raynham. Pero el joven se enamora de la sobrina del granjero, Lucy, y traiciona el sistema de su padre. Lo que no sabe es que sus problemas solo acaban de comenzar. ¿Se arrepentirá Richard y volverá a rogar el amor de su padre? ¿Aceptarán a Lucy en su seno los Feverel? ¿Qué peligros insospechados acechan al héroe en el despiadado mundo exterior? Las tribulaciones de Richard Feverel es una novela irónica, ácida, divertida y feminista inédita en castellano. Meredith nos muestra las costumbres de la época con una buena dosis de humor y aprovecha para criticar las teorías ilustradas sobre la educación y para reflexionar sobre el profundo efecto que tiene en los hijos la relación con sus padres. George Meredith fue uno de los escritores más representativos de la época victoriana.
Una pequeña localidad de la campiña inglesa servirá como telón de fondo al divertidísimo encuentro de la atípica y entrañable pareja formada por el general Ople, un militar retirado, y su excéntrica vecina, lady Camper. Las diferencias de clase, la reivindicación de los derechos de la mujer o la moderna y peculiar concepción del amor, algunos de los temas recurrentes en la narrativa de George Meredith, aparecen aquí con un ingenio y una ligereza que no siempre encontramos en sus novelas más extensas. El general Ople y lady Camper (1890) es el relato más amable y entretenido de su autor. Valiéndose en todo momento de la comicidad, Meredith construye una especie de puesta en escena en la que se ridiculizan, con un fino sentido del humor, los convencionalismos y falsas virtudes de la sociedad victoriana: la hipocresía de los modales, ciertas actitudes masculinas, el esnobismo y la pedantería.