Ante el desprestigio en que había caído el ministerio sacerdotal en el siglo IV, Juan Crisóstomo escribió esta obra con el fin de ensalzar la dignidad del sacerdocio, exhortar a quienes lo ejercen para que lo vivan virtuosamente y mostrar los grandes bienes que acarrea para el Pueblo de Dios el buen gobierno de sus pastores. Su lectura continúa siendo recomendable, pues presenta no pocos aspectos siempre actuales.