Parece ser una constante histórica propia de las sociedades decadentes el dedicar gran importancia al ocio y a la diversión. En este sentido, durante el reinado de los últimos Austrias, y especialmente con Felipe IV (1621-1665), florecen los espectáculos mas variados en una atmósfera de crisis socio-económica que con Carlos II (1665-1700) alcanzará extremos de catástrofe.