Había preferido quedarse en la cubierta del ferry en vez de sentarse en la cabina de pasajeros, y eso la salvó cuando la lancha motora chocó con ellos. Horas más tarde, con unas ropas prestadas y apenas unos rasguños, Julia no puede creer que sea una de los tres supervivientes de la tragedia. Y ella, que siempre ha sido la hija perfecta, la madre abnegada y la esposa que sabe mirar a otro lado, toma conciencia de la única vida a la que no ha estado dando importancia: la suya propia. Cediendo a un impulso, y ante la extrañeza de todos, Julia decide quedarse en la encantadora isla de la costa de Maine en la que, en principio, iba a pasar solo unos días. Unos lazos invisibles la atan a la pequeña comunidad que la ha acogido como uno de los suyos y, en especial, a los otros dos supervivientes: la joven Kim, cuyo papel en el accidente es un misterio, y Noah, el pasajero que la ayudó a salvarse y que despierta en ella emociones que creía olvidadas. Barbara Delinsky retrata a una mujer que redescubre la libertad, el amor, la pasión y, sobre todo, la ilusión por algo que nadie puede hacer por ella: vivir su propia vida.