¿Estaba convencido de lo que acababa de saber? ¿Me había dejado embaucar por el profesor Lidenbrock? ¿Tenía que tomarme en serio su resolución de ir al centro de la Tierra? ¿Acababa de escuchar las insensatas especulaciones de un loco o las deducciones científicas de un gran genio? ¿Dónde finalizaba la realidad y empezaba la ficción en todo aquello? Flotaba entre mil hipótesis contradictorias sin inclinarme por ninguna en particular.