La imagen de Mahoma ha estado envuelta siempre en un halo de misterio y de desconocimiento para el vulgo no profesante de la religión islámica. La casi total ausencia de imágenes, el respeto por esa figura sagrada, han hecho que pocos conozcan los avatares vitales de Mahoma. Washington Irving, autor de sobra conocido por su estudio y admiración de la cultura islámica, como ya demostró en los Cuentos de la Alhambra, obra que escribió tras pasar un tiempo en España, empapándose de la cultura andalusí. En este libro, asoma la imagen del Irving más romántico, en el sentido de que la narración puede caer en ocasiones en la exageración, en la hipérbole sentimental hacia la figura que está glosando, pero que por ello no es menos importante, ya que tiene una forma de narrar muy sencilla, muy fácil de comprender ese mundo que nos puede resultar lejano y exótico.