Isidro Labrador, patrono de la villa y corte de Madrid, proclamado por Juan XXIII, patrono de todos los labradores de España, fue el primer laico llevado a los altares tras un proceso canónico instruido por la Congregación de Ritos. Isidro, casado y con un hijo, se santificó con el trabajo cotidiano y la vida familiar. Permaneció siempre en el campo, en el tajo, junto a la yunta de bueyes, como un sencillo labriego. De ahí la gloria y el patronazgo que ostenta.