Una explicación sobre las reliquias cristianas

Cuánto tardó Joe en «deshacerse» de las prendas de su difunta esposa:
– Me recuerdan a ella, me decía. Todavía tienen su aroma…

En cuanto a los santos, sus imágenes, no cumplen otra función que recordarnos que esas personas fueron capaces de imitar a Jesús y que nos vamos a salvar si hacemos lo que hicieron ellos (imitar a Jesús); y como sabemos que están en el Cielo (lo dice el Apocalipsis cuando habla de la multitud de santos que asisten al trono del Cordero) y que sus oraciones suben a Dios como incienso (lo que también dice el Apocalipsis 5,8; 8,3-4) les pedimos que en esas oraciones nos tengan presentes a nosotros.

Son las reliquias objetos que nos acercan a los seres queridos, no atribuir un poder «mágico» o sobrenatural a cosas u objetos. Lee la siguiente contribución fresca…

«Tengo un trocito de hueso de San Cucufato, que cuando me lo pongo en la barriga, me se quitan los dolores, niña». «Pos en la parroquia de Valderabito del Meneo han conseguido una reliquia de la muela picada del Beato Euterpes, que sana los pies de atleta». «¿Tú sabes que la Maripuri le robó a su cuñada, en el reparto de la herencia, un trozo incorrupto del dedo de San Onanado el Pequeño? Se conoce que es mu antiguo, del siglo XVII y tó».

Esta forma de entender las reliquias, como objetos mágicos, amuletos, y artículos de mercado, es uno más de los aspectos del catolicismo (es decir, de la babilla, de la espuma del catolicismo), que repugna a nuestros hermanos protestantes, y produce la risa de los no creyentes. Es normal que así ocurra.

El viernes por la noche, en casa de Toi, estuve tocando la armónica que Hilario Camacho llevaba siempre. Cuando me la pusieron en la mano, no pude evitar una gran emoción, al sentir, al «notar», que Hilario la había usado. No hay nada mejor que la noción de «radiaciones» que dibuja Jünger: algo permanece, como una radiación, en los objetos, y se hace sentir a lo largo del tiempo, como sustratos acumulados que espesan la realidad. En la línea del tiempo, nos damos la mano todos.

Ahora tengo en casa una de las púas de Hilario, que salió de una bolsita de plástico de manos de una amiga suya, y que repartió el viernes entre unos cuantos privilegiados. Me la llevé, feliz, y la puse en mi vitrina. Una simple púa Jim Dunlop de las blanditas, gris claro. Acompaña ahora al pin que nos tiró B.B. King en su concierto-despedida en Córdoba.

No sé muy bien cómo, pero esta experiencia debe iluminar algo la maltrecha costumbre de las reliquias cristianas. Debe purificarla de su mugre y su mercadeo del templo. Reliquias: objetos donde se hace sentir una gracia superior, un recuerdo de cómo el infinito entra en el tiempo, y se lo lleva consigo hacia otro lado. Miramos esos objetos, y nos sentimos de dos modos: acompañados, huérfanos.

Extraído de aquí…