Ese es el título de un drama escrito por José Antonio Giménez-Arnau. El protagonista es uno de aquellos niños llevados a Rusia durante la guerra civil española del 1936. Después de veinticinco años en la Unión Soviética, se comprueba que viven en Madrid su padre y su hermana. Vuelve a España para reunirse con su familia. Aunque la realidad es muy distinta: trae el encargo de matar a su padre, que a la sazón ocupa un cargo importante en el gobierno español.

Vive con su familia. Sabe que aquellos son su padre y su hermana, a quienes hasta entonces no había conocido ni tratado. Él no se siente, no puede sentirse, en familia. En un momento de la obra hay un interesante diálogo entre el protagonista y su hermana. Ella viene a decirle:

-Hasta ahora, tú sabes que papá es tu padre y que yo soy tu hermana. Llegará un momento en que, no solo lo sabrás, sino que te sentirás hijo de papá y hermano mío.

Y a base de convivir y de tratarse, ese momento llega. Cada vez le resulta más difícil aceptar la orden que le habían dado. Al final, aún jugándose su propia vida, se niega rotundamente a cumplirla.

Necesitamos sabernos, sentirnos, gozarnos de ser hijos de Dios. Y eso es fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestras almas. Y el Espíritu Santo usa un medio muy natural y humano para obtener ese resultado: el trato.

Objetivo: cuidar un trato filial con Dios – Padre.