“Sí, nuestra única ocupación acá en la tierra es la de amar a Dios: es decir, comenzar a practicar lo que haremos durante toda la eternidad. ¿Porqué hemos de amar a Dios? Pues porque nuestra felicidad consiste, y no puede consistir en otra cosa, que en el amor de Dios. De manera que si no amamos a Dios, seremos constantemente desgraciados; y si queremos disfrutar de algún consuelo y de alguna suavidad en nuestras penas, solamente lo lograremos recurriendo al amor de Dios. Si queréis convenceros de ello, id a buscar al hombre más feliz según el mundo; si no ama a Dios, veréis cómo en realidad no deja de ser un gran desgraciado. Y, por el contrario, si os encontráis con el hombre más infeliz a los ojos del mundo, veréis cómo, amando a Dios, resulta dichoso en todos conceptos. ¡Dios mío! ¡Abridnos los ojos del alma! Y así buscaremos nuestra felicidad donde realmente podemos hallarla.”

(Sto. Cura de Ars, “Sermones Escogidos” domingo XII después de Pentecostés)