Cada vez más deprisa,
¡más deprisa!:
para llevar a todas partes …
tu vacío.

Detrás de aquella vuelta del camino
te espera inevitable una sorpresa:
la muerte, “lo último -dirás-
que me podía pasar por la cabeza”.

Y, sin embargo,
tú no eres
un ser para la nada.

¡Si tuvieras la audacia de pararte
y el tiempo de una pausa
para pensarte eterno!

Le pido a Dios que espere
y clavo en esta cumbre
una alegre bandera de esperanza.

(Julián Herranz, “Atajos del silencio”)