Soñé que salía a una avenida y que me encontraba con una vendedora ambulante la cual estaba fabricando dulces: – ¿Qué está haciendo? – le pregunté.

– Estoy fabricando dulces para los salesianos.

Y me mostró que fabricaba tres clases de dulces: unos blancos, otros rojos y otros negros. Y me explicó: – Estos son los premios para los salesianos. Los blancos se manchan fácilmente. Son para los trabajos que cuestan poco.

Los rojos, color de sangre, son para los trabajos que cuestan fuertes sacrificios. Y los negros que son los más valiosos son para los trabajos que llevan hasta a conseguir la propia muerte.

– ¿Y por qué los cubre con tanta azúcar? – le pregunté.

– Porque los salesianos saben sobresalir en todas partes en la virtud de su patrono San Francisco de Sales, que es la dulzura, la amabilidad.

Yo seguí mi camino, pero luego me alcanzaron varios sacerdotes que me dijeron: – Que la señora le manda un mensaje muy importante: que les diga a sus discípulos que trabajen, que trabajen mucho. Que van a encontrar muchas dificultades (como si fueran espinas) pero también muchos consuelos (como si fueran rosas), que les diga a todos que la vida es breve y que la cosecha es mucha. Que recuerden todos que la vida es breve pero que la eternidad que se consigue es inmensa.

– ¿Pero es que no se trabaja en nuestra Congregación? – les pregunté.

– Si se trabaja, pero se puede trabajar más y mejor.

Al oír esto me desperté.

Ojalá que recordemos el mensaje que recibí en este sueño: tener la amabilidad y dulzura de San Francisco de Sales y trabajar mucho y muy bien.