“No puede llamarse feliz el que no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que ama, si es pernicioso; ni el que no ama lo que tiene, aun cuando sea lo mejor (…) Cualquiera de estos tres supuestos hace que nos sintamos desgraciados (…) Por lo tanto, ninguno de estos seres es feliz.

Quédanos otra cuarta solución, y es, a mi parecer, que la vida es feliz cuando se posee y se ama lo que es mejor para el hombre”.

(S. Agustín. El objeto de la felicidad: sus condiciones)